Actividad de Judas en Judea (2 Mac 8,1-7)
31Le sucedió su hijo Judas, apodado Macabeo. 2Le apoyaban todos sus hermanos y todos los partidarios de su padre; llenos de entusiasmo, seguían luchando por Israel.
3Judas dilato la fama
de su pueblo;
vistió la coraza
como un gigante,
ciñó sus armas
y entabló combates
protegiendo sus campamentos
con la espada.
4Fue un león en sus hazañas,
un cachorro
que ruge por la presa;
5rastreó y persiguió
a los apóstatas,
quemó
a los agitadores del pueblo.
6Por miedo a Judas
los apóstatas se acobardaron,
los malhechores quedaron
consternados;
por su mano
triunfó la liberación.
7Hizo sufrir a muchos reyes,
alegró a Jacob
con sus hazañas,
su recuerdo
será siempre bendito.
8Recorrió las ciudades de Judá
exterminando en ella
a los impíos;
apartó de Israel
la cólera divina.
9Su renombre llenó la tierra,
porque reunió a un pueblo
que perecía.
10Apolonio reunió un ejército extranjero y un gran contingente de Samaría para luchar contra Israel.
11Cuando lo supo Judas, salió a hacerle frente, lo derrotó y lo mató. Los paganos tuvieron muchas bajas, y los supervivientes huyeron. 12Al recoger los despojos, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y la usó siempre en la guerra.
13Cuando Serón, general en jefe del ejército sirio, se enteró de que Judas había reunido en torno a sí un partido numeroso, de hombres adictos en edad militar, 14se dijo:
-Voy a ganar fama y renombre en el Imperio luchando contra Judas y los suyos esos que desprecian la orden del rey.
15Se le sumó un fuerte ejército de gente impía, que subieron con él para ayudarle a vengarse de los israelitas. 16Cuando llegaba cerca de la cuesta de Bejorón, Judas le salió al encuentro con un puñado de hombres; 17pero al ver el ejército que venía de frente dijeron a Judas:
-¿Cómo vamos a luchar contra esa multitud bien armada, siendo nosotros tan pocos? Y además estamos agotados, porque no hemos comido en todo el día.
18Judas respondió:
-No es difícil que unos pocos envuelvan a muchos, pues a Dios lo mismo le cuesta salvar con muchos que con pocos, 19la victoria no depende del número de soldados, pues la fuerza llega del cielo. 20Ellos vienen a atacarnos llenos de insolencia e impiedad, para aniquilarnos y saquearnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, 21mientras que nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra religión. 22El Señor los aplastará ante nosotros. No los temáis.
23Nada más terminar de hablar, se lanzó contra ellos de repente. 24Derrotaron a Serón y su ejército, lo persiguieron por la bajada de Bejorón hasta la llanura. Serón tuvo unas ochocientas bajas, y los demás huyeron al territorio filisteo.
25Judas y sus hermanos empezaron a ser temidos, y una ola de pánico cayó sobre las naciones vecinas. 26Su fama llegó a oídos del rey, porque todos comentaban las batallas de Judas.
Batalla de Emaús
27Cuando el rey Antíoco se enteró, montó en cólera y ordenó concentrar todas las fuerzas de su Imperio, un ejército poderosísimo. 28Abrió el tesoro y repartió a las tropas la soldada de un año, ordenándoles estar preparados para cualquier eventualidad. 29Pero cuando vio que las arcas se le vaciaban y que los tributos de la región disminuían por las discordias y la miseria que había desencadenado en el país al suprimir las leyes antiguas, 30tuvo miedo de que, como le había ocurrido más de una vez, no le llegara para los gastos y regalos que solía hacer, superando a los reyes anteriores. 31Viéndose muy apurado, proyectó marchar a Persia, para recoger los tributos de aquellas provincias y reunir una gran suma de dinero. 32A Lisias, miembro distinguido de la familia real, lo dejó al frente del gobierno, desde el Éufrates hasta los confines de Egipto, 33y le encomendó el cuidado de su hijo Antíoco, hasta su vuelta. 34Le dejó la mitad de las tropas y de los elefantes, y le comunicó todas sus decisiones, en particular las referentes a la población de Judá y Jerusalén; 35que enviara contra ellos un ejército para aplastar y aniquilar al ejército de Israel y a los que quedaban en Jerusalén; que borrara su nombre de aquel sitio 36y estableciera extranjeros por todo el territorio.
37El rey, por su parte, marchó de Antioquía, capital de su Imperio, el año ciento cuarenta y siete, llevándose la otra mitad de las tropas. Después de pasar el Éufrates fue recorriendo las provincias del norte.
38Lisias escogió a Tolomeo de Dorimeno, A Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos y grandes del reino, 39y envió con ellos cuarenta mil soldados de infantería y siete mil jinetes, para que invadieran y devastaran Judá, conforme a la orden del rey. 40Partieron con todo su ejército, y fueron a acampar junto a Emaús, en la llanura.
41Cuando los traficantes de aquella zona oyeron la noticia, acudieron al campamento con muchísima plata, oro y con cadenas, para comprar a los israelitas como esclavos. Al ejército se le unieron tropas sirias y filisteas.
42Judas y sus hermanos vieron que se agravaba la situación -los ejércitos acampaban en su territorio, y conocían la orden del rey que mandaba destruir y exterminar al pueblo-, 43y comentaron:
-¡Reparemos la ruina de nuestro pueblo! ¡Luchemos por nuestro pueblo y por el templo!
44La asamblea se reunió para prepararse a la guerra y para rezar pidiendo misericordia y compasión.
45Jerusalén estaba despoblada
como un desierto
ninguno de sus hijos
entraba o salía.
El santuario, pisoteado;
extranjeros en la acrópolis,
cobijo de paganos.
Jacob había perdido la alegría,
no sonaban la cítara
y la flauta.
46Se reunieron y fueron a Mispá, frente a Jerusalén, porque allí había habido antaño un templo israelítico. 47 Aquel día ayunaron se ciñeron un sayal, se echaron ceniza en la cabeza y se rasgaron las vestiduras. 48Desenrollaron el volumen de la Ley, para consultarlo lo mismo que los paganos consultaban a sus ídolos. 29Llevaron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos; hicieron ir a los nazireos que habían terminado de cumplir su voto, 50y gritaron al cielo:
-¿Qué podemos hacer con éstos y a dónde podemos llevarlos, 51si su templo está pisoteado y tus sacerdotes tristes y humillados? Ya ves, los paganos se han reunido para exterminarnos. 52Tú conoces sus planes contra nosotros. 53¿Cómo podremos resistirles si tú no nos auxilias?
54Tocaron las cornetas y lanzaron el alarido.
55Después Judas nombró jefes militares: comandantes, capitanes y suboficiales. 56A los que estaban edificando una casa, a los que iban a casarse, a los que acababan de plantar una viña y a los miedosos les dijo que se volvieran a sus casas, como manda la Ley.
57El ejército se puso en marcha, y acamparon al sur de Emaús, 58Judas ordenó:
-¡Preparaos! Sed valientes, estad prontos de madrugada, para dar batalla a esos paganos que se han reunido contra nosotros para exterminarnos, a nosotros y nuestro templo. 59Más vale morir en la batalla que ver la desgracias de nuestra nación y del templo. 60Pero hágase la voluntad de Dios.
Explicación.
3,3-9 El breve elogio en verso de Judas Macabeo se presenta como epítome y clave de sus hazañas. El autor lo canta combatiendo en un doble frente: los reyes y poderes enemigos; los colaboracionistas judíos. No le parece menos grave el segundo frente que el primero. Solamente los fieles a rajatabla forman parte de ese pueblo, los demás no pertenecen y deben ser excluidos. A Judas le toca ejecutar esa sentencia divina, y "es un honor ejecutar la sentencia dictada" (Sal 149). El pueblo disperso tiene que ser reunido como un rebaño, según las expresiones de Jeremías y Ezequiel. El pueblo esclavo tiene que ser liberado, como en tiempo de los Jueces; el pueblo de Dios tiene que recobrar y dilatar su fama. Para ello hace falta extirpar a los enemigos de ese ideal. Los llama apóstatas, malhechores, agitadores, impíos. Ellos han atraído la cólera divina sobre toda la comunidad, su eliminación apartará esa cólera. Por eso la purificación interna no es menos importante que la liberación. Con su elogio, el autor quiere perpetuar el renombre de Judas en Israel o Jacob. El autor no previó el futuro próximo.
3,4 La imagen del león coloca a Judas a nivel con Saúl y Jonatán (2 Sm 1,23) y con el patriarca Judá (Gn 49,9; Dt 33,22).
3,5-6 Véase 5,5.44
3,7 Antíoco Epífanes Antíoco Eupátor y Demetrio I.
3,8 La cólera mencionada en 1,64.
3,10 Las tres primeras batallas están cuidadosamente escalonadas: en la primera lucha un general sirio, con tropas sirias y samaritanas (los samaritanos eran medio parientes y enemigos tradicionales de los judíos); en la segunda, al ejército enemigo se suman apóstatas judíos, a las órdenes de un general; en la tercera se juntan tres generales y un ejército inmenso. La victoria es de gran importancia estratégica, tanto que permite la purificación del templo. A ella sigue la muerte de Antíoco, que cierra un ciclo.
En las dos primeras batallas, siguiendo los modelos tradicionales, el autor no describe el curso de los acontecimientos; en compensación, la arenga de la segunda deja bien claro el sentido de esta guerra, que renueva algunos elementos tradicionales de la guerra santa y de las batallas del viejo Israel.
3,10-12 Es como un primer ensayo. Aunque la batalla ocupa a un escuadrón de guerrillas contra un pequeño ejército, el autor pone de relieve el aspecto de la lucha singular, de Judas contra el general enemigo; algo que traiga a la memoria la pelea de David con Goliat, hasta el detalle de la espada.
Apolonio, es quizá funcionario de 1,29 (cfr. 2 Mac 5,24). Probablemente era gobernador de la región de Samaría con jurisdicción sobre Judea.
3,13-26 Entre los contendientes, aparte la oposición obvia de los jefes, el autor subraya la oposición de dos bandos judíos: con Judas está una "congregación de fieles" (ekklesia piston), con Serón va un "ejército de impíos" (parembole asebon). El título de Serón es el que antaño llevaba Sísara: era el jefe militar de la región.
3,18 La frase recuerda las palabras de Jonatán, hijo de Saúl, en una de sus empresas contra los filisteos (1 Sm 14,6).
3,27-28 El narrador enlaza hábilmente los acontecimientos, encadenándolos con cálculo: la fama llega al rey, el rey se irrita y prepara un ejército inmenso, para ello se queda sin dinero, para sacar dinero se va a Oriente. En otros términos: el pequeño Macabeo está a punto de hundir militar y económicamente al emperador.
3,29-31 Las campañas militares, también en la antigüedad, eran un serio problema económico: había que pagar la soldada a los soldados mercenarios para tenerlos contentos y sumisos; como mercenarios no profesaban lealtad nacional y fácilmente faltaban al juramento de lealtad personal a su jefe. El botín de las victorias compensaba a las tropas, las derrotas eran desmoralizadoras. Los reyes se enriquecían y se arruinaban en las guerras (la ley de exterminio en Israel excluía el móvil de las ganancias).
Una expedición a oriente no sólo obedecía a motivos financieros. Los partos estaban siempre buscando la ocasión para extender su poder y minar el de los occidentales. Antíoco decide consolidar su Imperio en los dos extremos vulnerables de su Imperio: en la zona norte de Persia y en la frontera del rival, Egipto. La tarea más comprometida, que exige su presencia, está en Oriente; de la frontera sur se ocupará su lugarteniente Lisias.
Es lógico que en tiempos críticos, de rebeliones y luchas civiles, los impuestos no se paguen regularmente. El capítulo de los impuestos era uno de los que hacían más odiosa la dominación extranjera.
3,32-36 Aunque Judea era pequeña y Judas no era más que un guerrillero, su posición y causa redoblan su importancia: en cualquier momento los judíos podían pasarse de nuevo a los Lágidas de Egipto como en el siglo precedente; al menos podían hostilizar el flanco de un ejército en campaña hacia Egipto. Por otra parte, los de Judas luchaban por la vida, no por el dinero. Por estas y otras razones, el monarca apreció que lo mejor era estrangular el movimiento judío antes de que se hiciera muy fuerte. Los sirios planearon la nueva campaña como una batalla decisiva de éxito seguro.
3,32 Del Éufrates a Egipto significa la parte occidental del Imperio, donde los judíos ocupaban una posición estratégica. Un hijo de un rey, mucho más el heredero, era siempre un ser en peligro: un enemigo podía secuestrarlo como rehén, un rival podía entronizarlo para imponer su poder. El príncipe Antíoco era todavía un niño.
3,35 Las órdenes son radicales: se trata de aniquilar lo que queda de la nación judía. Es lo que había hecho el emperador asirio con el Estado de Israel, cuya capital era Samaría. Era táctica común de los conquistadores, pues los colonos eran los mejores agentes de la anexión; los militares retirados se convertían en excelentes colonos.
Un grupo reducido de colonos y militares residía ya en la ciudadela de Jerusalén; los demás que quedaban en la ciudad eran judíos que ni podían unirse a los rebeldes ni querían someterse a los colaboracionistas. Tampoco para éstos quedaba una solución neutral.
3,36 2 Re 17.
3,38 2 Mac 8,8-23.
3,40 Emaús se encuentra en la zona de colinas, intermedia entre la montaña de Judá y la plana marítima. El puesto sugiere que la penetración se hizo desde la costa, como en otros tiempos los filisteos, a través de valles perpendiculares al mar. Era terreno mixto, con zonas bastante llanas y con irregularidades que favorecían las maniobras de guerrillas conocedoras del terreno.
3,41 Al ejército regular de mercenarios se le unieron voluntarios, para menesteres subordinados, atraídos por el señuelo de una ganancia fácil y próxima.
3,43 Reparar ruinas, como Is 58,12; Am 9,11.
3,44-53 La ceremonia litúrgica emplea los ritos y súplicas tradicionales. Comienza con un fragmento de elegía, semejante a Lam 5; Is 24, 7-12. Sigue una ceremonia penitencial en el lugar tradicional de la guerra civil (Jue 19-20). Allí consultan la Ley escrita, ya que no hay un profeta que pronuncie el oráculo; quizá se trata de la ley de la guerra (Dt 20). Los nazireos estaban desde antiguo ligados al servicio militar, sus funciones están legisladas en Nm 6; también los ritos que debían practicar en el templo al terminar su voto, cosa que en aquel momento les resulta imposible.
3,52 Véase Sal 83.
3,54 Es el toque establecido en Nm 10,9.
3,55 Sobre los mandos militares, véase Nm 32,48.
3,56 Se trata de la ley de Dt 20.
3,60 El final de la arenga recoge el modelo de Joab (2 Sm 10,12). No significa fatalismo, sino confianza: dispuestos a morir, redoblan la valentía; la causa por la que luchan da sentido a su vida y puede darlo a su muerte.
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